EL CAIRO (Reuters) – Primero fue el gas lacrimógeno, los buldóceres y las bengalas. Luego, las balas y la sangre. Las fuerzas de seguridad de Egipto llegaron el miércoles después del amanecer para dispersar el campamento donde miles de islamistas realizaban una vigilia de seis semanas. Los helicópteros sobrevolaban la zona. La policía lanzó gas lacrimógeno a la multitud. Los buldóceres derribaron los improvisados muros construidos con sacos de arena y piedras apiladas. En el interior, miles de seguidores del derrocado presidente Mohamed Mursi se despertaban en pánico. …